Un sorbo…dos sorbos…tres

Así, poco a poco como pidiéndole permiso a esa alma gitana que llevo dentro arranco este escrito.

A veces toca recurrir a aquel elixir mágico que nos da la valentía para retomar ese algo que andaba perdido. No por ganas de perderlo y no buscarlo, sino por rutina, por adultez, por madurez. Y es que acaso no podemos ser maduros dándole vuelo a esa voz que nos incita a desdoblar nuestro ser…?

Me atacó de pronto la rutina de los años. Me sentí mayor sin serlo (o sin querer serlo). Qué pasa si uno no quiere envejecer de alma…? Las arrugas las adoro porque muestran la expresión de la vida. Y la mía ha sido feliz. Les doy la bienvenida para que se queden y me recuerden cada carcajada, cada momento de vida. Pero volviendo al alma….no quiero nunca que ésta envejezca. Quiero ser eternamente niña. Una Peter Pan versión mujer. Con todo lo que el término mujer envuelve: sueños, vanidad, coquetería. Si. Quiero sentirme viva siempre y siento que la única manera de serlo es volviendo a disfrutar lo básico y degustando a fondo el sabor que le podamos exprimir a cada instante.

Ahora, estoy acá en un balcón sobre el mar. Mi balcón. Testigo de tantos sentimientos….acá es donde converso con el sol que sale justo al frente cada mañana y en donde cuento al mar todas esas cosas que sólo él y yo compartimos. Había olvidado lo que era esto….me había entregado al tiempo en lugar de soltarme desde adentro y dejarla salir a ella…a esa niña hecha mujer, hecha gitana, orgullosa de cada locura vivida, sonrojada por cada pensamiento. Esa Salomé que vuelve a pedir ser protagonista de mi existencia y que me mira con reclamos por haberla enmudecido.

Y de repente habló de nuevo. No fue necesario un sorbo de vino….ni dos….sino tres.

Publicado por anamariacamacho

Escribo lo que me nace del alma y con el corazón en la mano tratando de llevar a quien necesite, un momento de felicidad.

Deja un comentario